Donald Trump enseña sus músculos y adopta posiciones republicanas clásicas de ese 'establishment' que tanto criticó durante su campaña electoral.
Primero fue el ataque a una base militar siria, que dio al traste con sus posiciones anteriores; posteriormente, lanzó 'la madre de todas las bombas' en la devastada Afganistán; y, por último, alzó la voz contra Corea del Norte. Sin embargo, llama la atención que, respecto a Pionyang, Donald Trump parece más precavido y da señales de querer bajar el tono. Por ejemplo, todo el armamento con capacidad nuclear que debía ir a la península coreana desvió su camino rumbo a Australia, miembro de la OTAN.
¿Por qué sucede esto? Trump juega a lucir impredecible y temerario, pero ni él ni sus asesores están locos y saben muy bien dónde puede caer una bomba del Pentágono y dónde no. El Ejército de Estados Unidos es consciente de que Corea del Norte es muy diferente de Siria, Afganistán e Irak, donde también cae un buen número de bombas norteamericanas.
La primera diferencia está en que el país de Kim Jong-un es una nación nuclear y, aunque tiene dificultades para construir un cohete transportador, sí tiene la ojiva. Desde hace muchos años, la nación asiática sacrificó su economía para adquirir este tipo de armas como garantía de su seguridad nacional. Si bien nunca ha sido el objetivo de Pionyang usarla y sí mantenerla como mecanismo de presión frente a las potencias enemigas, no es descartable que el acorralamiento lleve a cometer una locura.
Hay otros elementos: posee un Ejército con más de un millón de efectivos que se prepara los 365 días del año para una hipotética agresión, una población cohesionada en torno a la cúpula del poder y forma una nación que, desde su fundación, ha ido adaptando su infraestructura a las necesidades de la guerra.
Además, la importancia geoestratégica de Corea del Norte es enorme. Para China, es el tapón que la separa de Corea del Sur, aliada de Estados Unidos y con gran número de bases militares del Pentágono. En caso de planes serios de invasión, Seúl y Tokio serían los primeros en oponerse.
Siria es un caso muy diferente
A estas alturas, Siria es un país arrasado por seis años de guerra, con un Ejército agotado, una población poco preparada para los conflictos bélicos —veamos solamente la cantidad de refugiado y desplazados— y con un entorno adverso, ya que está rodeado de monarquías y gobiernos interesados en aplastar a Bashar al Assad.
Muchas son las diferencias y ojalá Donald Trump y su equipo las conozcan. El juego bélico con Corea del Norte tiene sus límites y enormes 'líneas rojas'. En la lógica de los pacifistas, no deben cruzarse y todo debe quedar en amagos. No obstante, en estas situaciones pesan más las irracionalidades de los emperadores de la guerra que se sientan en la Casa Blanca y cualquier cosa puede pasar.