Diario y a toda hora vemos estos productos. Los encontramos en los jugos artificiales del desayuno, en las galletitas o papitas del lunch, en las garnachas de la comida, y en el pancito dulce de la merienda o cena. La sal y el azúcar refinados —o blancos— son los productos que, al haber pasado por cierto proceso químico, alteran tanto el sabor como la estructura del alimento en el cual se agregó.
De acuerdo con World Health Organization —who— y Food and Agriculture Organization of the United Nations —fao—, ninguno de estos productos contienen vitaminas, minerales o proteínas. Esto es debido a que, al momento de introducirlos en el proceso de refinamiento y blanqueamiento, pierden nutrientes como la fibra y los fotoquímicos antioxidantes, entre otros. El cuerpo no puede utilizarlos ya que carecen de los minerales necesarios para metabolizar los carbohidratos. Es decir que sí aportan energía, sin embargo sólo se tratan de “calorías vacías”.[1] Además, absorben las reservas orgánicas que el cuerpo contiene para el proceso de digestión, como los minerales, la vitamina B, aminoácidos, etcétera.
En el caso del azúcar blanco, el proceso de refinamiento y blanqueamiento produce una sustancia química completamente artificial, llamada sacarosa. Estudios publicados en The New England Journal of Medicine y en la Biblioteca Virtual en Salud de Cuba indican que el uso de este producto químico predispone a enfermedades como: caries dental; sobredemanda de las vitaminas B, provocando su déficit en el cuerpo; hipertrigliceridemia y asterosclerosis, los cuales se caracterizan por la acumulación de grasas en los triglicéridos y las paredes arteriales; además de obesidad y diabetes mellitus, entre otros.
Mientras que en caso de la sal refinada (o de mesa), su uso constante produce que los niveles de sodio en la sangre aumente, generando que la presión sanguínea también. Esto traería como consecuencia un ataque cardiaco o una cardiopatía isquémica, la cual es la primera causa de muerte a nivel mundial y nacional, e incluso cáncer en el estómago.
Es importante tener en consideración que las consecuencias de ambos productos químicos se derivan de otros factores, como: la edad, la antecedentes familiares, la (in)actividad física, la obesidad, el inadecuado consumo de potasio, frutas y verduras, e inclusive el abuso de sustancias.
¿Y entonces cuáles son las sustancias saludables?
A diferencia de los productos que pasaron por un proceso químico, los alimentos naturales son aquellos que proporcionan los nutrientes necesarios para que el cuerpo funcione adecuadamente. Por ejemplo, el azúcar mascabada es una de las alternativas que mayor conserva las propiedades nutritivas de la caña; mientras que, del otro lado, hay más opciones en relación con la sal, ya que encontramos también la sal rosa, la sal kosher, la flor de sal y la sal negra.