¿Las teorías de conspiración ponen en riesgo la democracia?

¿Las teorías de conspiración ponen en riesgo la democracia?

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¿Qué pensamos al escuchar “teorías de conspiración”? ¿Pensamos en que los alunizajes de la NASA fueron falsos, en que hubo un segundo tirador en el asesinato de JFK, que la CIA descubrió la manera de teletransportar a sus agentes dentro y fuera de espacios privados? En nuestros días y con la creciente paranoia relativa a proyectos como PRISM de la NSA, que virtualmente permite que el gobierno de EU tenga acceso a la información privada de cualquier persona del mundo (incluidos primeros mandatarios como Enrique Peña Nieto de México o Angela Merkel de Alemania), el uso privado que se hace de información pública, así como la justificación para tener acceso a dicha información, es lo que constituye la moderna teoría de conspiración. En otras palabras, ¿qué información está en legítima posesión del gobierno, cuál no, y para qué la quieren?

Vivimos en una era dorada para el crecimiento y reproducción de estas teorías: asumimos que las autoridades siempre tienen segundas agendas, o que un comunicado de prensa arroja siempre pistas falsas para encubrir la verdad. ¿Pero es un asunto de desconfianza en el gobierno o de que los gobiernos en realidad forman un bunker informativo a su alrededor con el objetivo de ocultar la verdad a la gente? El columnista y académico John Naughton explica que “la razón por la que tenemos teorías de conspiración es porque en algunas ocasiones los gobiernos y las organizaciones, de hecho, conspiran.”

Naughton es uno de los tres investigadores principales en un nuevo proyecto de la Universidad de Cambridge para investigar el impacto de las teorías de conspiración en las democracias actuales. La idea es comparar las modernas teorías, altamente influenciadas por el acceso a la información en Internet, con teorías “clásicas” de conspiración, como el asesinato de John F. Kennedy o el 9/11. En una charla dentro de dicha universidad, Naughton afirmó que “en el minuto en que llegas a lo de JFK, y en el minuto en que metes la nariz en lo del 9/11, comienzas a perder las ganas de vivir.”

Sir Richard Evans es otro de los investigadores de las teorías de conspiración en su relación con la democracia; el objetivo del estudio, afirma, no es probar o desaprobar teorías particulares, sino simplemente estudiar su impacto en nuestra cultura y sociedad. Pero es David Runciman, el tercero de los investigadores del proyecto, quien nos da una pauta más terrestre y menos paranoica de lo que puede explicar el auge de las teorías de conspiración:

“Existe un punto de vista convencional de que están estos conspiradores, quienes son personas siniestras y malignas que saben lo que hacen, y están los teóricos de la conspiración, quienes en ocasiones tropiezan con la verdad, pero que están totalmente paranoides y locos. [Pero] de hecho, los conspiradores a menudo son los teóricos de la conspiración, paranoides y locos, porque en su tentativa de cubrir sus fracasos, se ven envueltos en una red en la que la autojustificación presupone una conspiración gigante tratando de exponer su conspiración.”

Este esquema de Runciman (el político inhábil que trata de ocultar una mentira con otra mentira) es congruente “en la mayoría de escándalos políticos, incluyendo el Watergate.” ¿Cómo esperar, entonces, que los gobiernos actuales, que se pretenden democráticos, permitan un mayor acceso a la información así como a la transparencia en la rendición de cuentas, ingredientes básicos para un país democrático? Para Runciman, no es asunto sencillo:

“Es posible que una de las cosas de las que las teorías de conspiración se alimentan, a la vez que el silencio, es de un exceso de información. Y cuando existe una masa de información ahí afuera, se vuelve más fácil para la gente el encontrar un camino hacia la conclusión que desean encontrar.”

“Además”, continúa Runciman, “no tienes que ser especialmente cínico para creer que, en la era del gobierno abierto, los gobiernos serán mucho más cuidadosos en mantener secretas las cosas que desean mantener secretas. La demanda de mayor apertura siempre produce, además de mayor apertura, mayor secreto.”

Al referirse a las teorías de conspiración, el guionista de cómics y escritor inglés Alan Moore decía que tal vez las teorías de conspiración existen para darnos la sensación de que “alguien” tiene el control de lo que está pasando, de los eventos a nivel mundial, del estado actual de la civilización, para darnos a través de ellas la sensación de que el mundo no es un completo caos; pero podríamos agregar que lo terrible puede ser que, de hecho, las teorías de conspiración funcionen en escalas geográficas y temporales limitadas, en el margen de un gobierno o una coyuntura política precisa: que tal vez formen parte del arsenal de herramientas políticas de los que los gobiernos echan mano, y que, aunque nos parezca aterrador, debajo del halo de misterio y secrecía existe más de lo que el ojo puede ver a simple vista.
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