Ser asaltado no es un acto completamente al azar, los agresores suelen buscar señales de debilidad en sus víctimas. Curiosamente, el caminar dice mucho de las personas. Para evitar ser un blanco demasiado fácil, hay pasos (literalmente) que se pueden tomar.
En 1981, investigadores de la Universidad de Nueva York y la Universidad de Hofstra publicaron un estudio en el Journal of Communication en el que se estableció una relación entre los movimientos de una persona y su probabilidad de ser asaltada. Tras grabar el caminar de las personas en una zona peligrosa de Nueva York, mostraron el video a prisioneros violentos y les pidieron que clasificaran a la gente según su vulnerabilidad.
Los criminales acordaron que las mujeres mayores eran la presa más fácil, seguidas por hombres mayores, mujeres jóvenes y hombres jóvenes, en ese orden. Los científicos concluyeron que la manera en la que caminaban, las zancadas, el ritmo, la posición del cuerpo superior, etc. Era un fuerte indicativo de su vulnerabilidad.
Siguiendo la misma idea, Lucy Johnston, de la Universidad de Canterbury, y su equipo repitieron el experimento con nueva tecnología para mejor analizar el caminar de las personas. Esta vez, pidieron a voluntarios clasificar la vulnerabilidad de la gente, los resultados fueron similares. Posteriormente, en 2006, los investigadores japoneses Kikue Sakaguchi y Toshikazu Hasegawa, de la Universidad de Tokio, concluyeron que quienes caminan despacio, con zancadas cortas, eran más propensos a ser atacados. Este año, un estudio publicado en el Journal of Interpersonal Violence, sostiene que los psicópatas son más hábiles en diferenciar el caminado de las personas y en identificar a las más vulnerables.
Intuitivamente, las personas cambian su caminar al sentirse en riesgo. Sin embargo, es difícil actuar aparentar fuerza y seguridad. Ayuda tomar grandes pasos, girar la pelvis a cada paso, mover todo el cuerpo, columpiar -no levantar- los pies, mostrar gran movimiento de brazos, una alta energía y baja restricción.