Cuando corría el año 1996, un grupo de investigadores rusos dedicados al análisis científico de fenómenos ufológicos salió en búsqueda de los fragmentos de un meteorito caído sobre la región de Kaluga, en Rusia. Jamás imaginaron lo que sucedería cuando, en vez de dar con algún resto meteórico, se encontraron frente a la presencia de un fósil de tornillo, de aproximadamente unos 2 centímetros de largo. Tras recoger cuidadosamente las rocas incrustadas con el extraño dispositivo, y después de someter las muestras a diversos análisis, los científicos determinaron que la antigüedad del tornillo se remontaba a la época en que los reptiles comenzaron a aparecer sobre la Tierra, unos 320 millones de años a. C., y que dentro de las piedras había por lo menos un tornillo más. Las explicaciones no se hicieron esperar: restos de una cultura extinta y desconocida hasta el día de hoy; alienígenas visitando la prehistoria del planeta; civilizaciones humanas del futuro viajando al pasado, a través del tiempo; entre muchas otras hipótesis. Sin embargo, el verdadero origen del milenario tornillo podría ser bastante más mundano, según un grupo de paleontólogos que lo vincula con los restos del tronco de una crinoidea, un animal marino surgido hace más de 400 millones de años, muy prolífico durante el Paleozoico, y que actualmente logra sobrevivir en sus formas más evolucionadas. Las crinoideas se aferran al lecho marino mediante una especie de tallo, como si fueran una flor. Entre las múltiples formas que puede poseer el tallo, existió una especie -muy abundante durante la prehistoria- cuyo patrón fisonómico resulta idéntico al del fósil de tornillo hallado. Así, lo que hasta ahora fue considerado un objeto fuera de lugar y tiempo, sería en realidad el tallo de una crinoidea fosilizado hace millones de años.